Lo inevitable de lo incomprensible.

Jamás voy a perdonarme por escribirte estos versos.

Cubrí de cemento mi interior

para protegerlo con un muro que me alejara de todo aquello:

de tus anhelos,

de tus sonrisas,

tus suspiros,

tus miradas perdidas,

tus viajes a otro mundo…

pero, sobre todo, de tus decepciones.

Cambiando mi visión de las cosas

logré caminar alejado de tus burbujas…

y el mundo no fue perfecto,

pero sí habitable.

¿Por qué me persigues?

Rompes las barreras de mi comprensión,

atacas mi realidad,

perturbas mis sueños…

Sé que no quiero sentirte,

pero te noto hasta en la fibra de mis pestañas.

Eres incompresible,

la experiencia dio clases a mi razón,

y ahora sé que no te necesito,

que cuatro letras son culpables

de mil versos de dolor

y siempre llevas oculto el prefijo des-

para mostrarlo justo antes de desaparecer.

Y ahora, que tan cerca estaba de mí,

que me abrazaba con un cálido sentimiento de aprobación

apareces tú,

y tiras de la camiseta a mi espalda,

para que vuelva a alejarme otra vez,

para que vuelva a plantearme si sé quién soy,

para ubicarme frente a mí mismo a través de un cristal.

Me has robado mi trabajo de tantos años.

Me has hecho ver que no era roca lo que cubría mi interior,

sino una fina capa de arena

y la hiciste desaparecer de tan solo un soplido.

Invades mi interior,

mis sueños,

e incluso la oscuridad cuando cierro los ojos.

La invades con tu imagen,

y no me dejarás respirar hasta que no admita que estás ahí.

Que contra todo pronóstico has entrado en mí.

Y de una noche, has pasado a ser una estación.

Porque ahora mi verano eres tú,

y mis intenciones son las que me ubiquen a tu lado.

TE ODIO

pero tan solo vivo por encontrar el hechizo

que me devuelva a estar contigo una noche más.

-Mr. Wolf